“Cuando Nuestro Señor gritó desde lo alto de la Cruz: ‘Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has abandonado?’ Dio una manifestación de firmeza divina de principios. Porque lo que para el pueblo común es casi una queja, que no entiende lo que Él hizo, es el comienzo de un Salmo que predice su Resurrección. Es decir, en medio de la aridez total y del completo abandono y desamparo –y ciertamente así era también Nuestra Señora al pie de la Cruz– proclamó al mundo entero, como testamento antes de morir, que es necesario ¡Sean firmes en sus principios! Y por eso es necesario que los principios doctrinales tengan esta fuerza en nuestra alma.
Plinio Corrêa de Oliveira, Conversación, 1º. de septiembre de 1988