“¿Y dónde están los padres?”

Estimado radioyente:

En reciente comentario de prensa, el académico de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, Sr. Hernán Corral, se preguntaba, “¿Dónde están los padres?”

La pregunta tiene todo sentido si se considera la violencia completamente desatada e impune que vigora en varios de los principales institutos de educación secundaria, llamados “emblemáticos.”

De acuerdo al Académico, y como es de público conocimiento, “Grupos de escolares y estudiantes han comenzado a incrementar la violencia, los desmanes y la destrucción de sus colegios, varios de ellos emblemáticos. Se encapuchan, se ponen overoles blancos, lanzan bombas molotov, incendian buses e invaden estaciones del metro y, al sentarse en las orillas de los andenes, ocasionan la suspensión del servicio. Se intenta reeditar lo que fue el “estallido social”, sin considerar que la población está hastiada de tener que sacrificar tiempo, trabajo e ingresos por este tipo de conductas violentas.

El Académico considera insólito que el exconvencional Hugo Gutiérrez, del Partido Comunista, diga, en relación con estos actos violentos, que: “nuevamente los jóvenes (están) haciéndose cargo de las irresponsabilidades de los viejos”.

Estos “encapuchados”, que hacen el cargo responsable que deberían hacer los viejos, de acuerdo con Hugo Gutiérrez, andan vestidos de overol blanco bajo el nombre de “Coordinadora Secundaria Revolucionaria” y llaman permanentemente a nuevas movilizaciones.

“Ante las actuales condiciones de nuestra educación, llamamos a todos los liceos a luchar por El Petitorio Secundario. Ya no queremos migajas, ni soluciones parche. Por eso este jueves a desbordar las calles en una nueva Jornada de Protesta Secundaria”.

Curiosamente, en el último punto de este Petitorio se exige: “Creación de una agenda de reconstrucción y mejoramiento de la infraestructura a nivel nacional, según las necesidades específicas de cada establecimiento público”.

Mientras tanto, los mismos que exigen la reconstrucción, se encargan de la destrucción de sus propios colegios. Y esto es lo que el exconvencional, considera una lección para “los viejos”.

Como no podía dejar de ser, el Petitorio agrega, entre sus muchas exigencias, “El freno definitivo a la creación de establecimientos particulares subvencionados”, o sea, que ningún establecimiento educacional se pueda librar de su vandálica acción. Dentro de los “pliegos de peticiones” se incluye también el mejoramiento del menú y otras exigencias similares.

En el artículo de opinión, el Sr. Corral considera en relación a esta violencia, que “El mayor problema de estos estudiantes es la ausencia de autoridad materna y paterna, (…). Son los padres los que deben preocuparse de la educación de sus hijos y sobre todo de esa minoría que se resiste a ir a clases y que provoca todo tipo de desmanes”.

Por su parte, el actual Ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, también llamó a los padres a hacerse parte de este problema.

De acuerdo a información de prensa, el Ministro “emplazó a los apoderados a ‘reflexionar’ en sus hogares y a tomar responsabilidad por los actos de violencia cometidos por algunos alumnos. ‘En el caso del mundo escolar, me interesa enormemente que padres, madres y cuidadores principales, es decir, quienes son responsables de la educación de sus hijos, hagan la reflexión y la conversación dentro de sus hogares’».

Las declaraciones de ambos personeros, representantes de posiciones muy opuestas, coinciden y son sensatas. Sin embargo, el problema no se resuelve sólo con la “reflexión de los padres en sus casas”.

No hay duda de que los padres deben educar a sus hijos, es su derecho y su deber. Pero, ¿Qué pasa cuando al hijo los padres le dan una educación y, al mismo tiempo, le enseñan en el colegio que tiene todos los derechos a su disposición y que, además, es un sujeto con autonomía progresiva que puede decidir sobre sus actos?

¿Qué pasa cuando el mismo ministerio de Educación enseña que los alumnos pueden practicar sus derechos sexuales, que no son sino la práctica del amor libre, como quiera y donde quiera y con quien quiera, en sentido enteramente opuesto a lo que le enseñan los padres?

¿O cuando se informa que está en trámite un proyecto de ley que establece, entre otras supuestas garantías para la autodeterminación de los menores de edad que ellos pueden abstenerse de “requerir dirección y orientación por parte de los padres y/o madres, representantes legales o las personas que los tengan legalmente a su cuidado”?

Estas preguntas ya fueron respondidas, ochocientos años antes de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, por el Profeta Oseas: “Porque sembraron viento, y torbellino segarán: no tendrán mies, ni el fruto hará harina; si la hiciere, extraños la tragarán”. Lo que se conoce más popularmente como, “quien siembra vientos, cosecha tempestades”.

Es decir, no es sin consecuencia que se puede estimular en los menores de edad la práctica de los vicios morales en materia de comportamiento personal, y, al mismo tiempo pedirles a los padres que se preocupen de sus hijos.

Concordamos que los padres deben cumplir su deber de educadores, pero poco podrán obtener ellos si, junto y subsidiariamente, los poderes públicos, legisladores, ministro de educación, alcaldes, directores de colegios, y todas las autoridades que convergen sobre el tema educativo, no ponen igualmente su parte en esta “reflexión”.

Y la primera reflexión que ellos deben hacerse es que tanto las virtudes cuanto los vicios son solidarios. Cuando se adhiere a un vicio, todos los demás acuden por solidaridad. En sentido opuesto, y de modo más lento, pues es la subida de la montaña, cuando se practica una virtud, todas las acciones se encaminan por la senda del bien.

Es decir, cuando en el propio colegio se estimula una enseñanza opuesta al orden moral, obviamente que están sembrando la semilla de un revolucionario que “evadirá” todas las normas y reglamentos.

Las autoridades deberían reflexionar que, si el primer proyecto de Educación sexual integral fue rechazado por el Congreso, pues limitaba el debido derecho de educación por parte de los padres, no deben insistir en reponer los mismos errores en otro proyecto similar.

A ojos vistas, la violencia estudiantil se está transformando, poco a poco, en una situación sin control, similar a la que se vive en la Araucanía. La causa es la misma. La omisión de las autoridades locales con las minorías violentas, que sea bajo el nombre indigenista o estudiantil, someten a sus pares a un régimen intimidatorio.

Las autoridades de los colegios o de la macrozona miran para el costado para no enfrentar con resolución la situación. Similar al avestruz, les echan la culpa a los padres, y no ven la viga en el ojo propio.

Si ellos no ponen en primer lugar, un atajo serio a esta situación no se solucionará nunca la violencia estudiantil. Al contrario, ella crecerá hasta transformarse en un tumor insoluble. No es por nada que los propios revoltosos ya están exigiendo la renuncia del actual Ministro de Educación.

El problema reside en buena parte en que quienes llegaron a los cargos de más alta responsabilidad que actualmente ocupan, lo hicieron justificando la violencia que ahora deben reprimir.

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