Un pronóstico para el 2025: ¡La Fe será la única luz!

Estimado radioyente:

En esta semana queremos comentarle un pronóstico.

Lo que diferencia un pronóstico de una adivinanza es que el primero se basa en datos conocidos y racionales y la segunda en quimeras subjetivas. En ese sentido, se puede decir que lo que nos dejó es una base que nos permite visualizar con objetividad lo que será este nuevo año.

Si tuviéramos que resumir la herencia del año que terminó diríamos que fue el año del derrumbe de todas las instituciones.

En efecto, tanto en el plano nacional cuanto internacional, en la esfera pública cuanto en la privada, desde las instituciones más sagradas, como la Iglesia Católica, pasando por las más cercanas, como Carabineros de Chile o las Fuerzas Armadas nacionales, todas sufrieron un profundo terremoto.

El mismo Papa, suprema imagen de lo que debería ser un faro incontrovertible, no parece iluminar con la claridad de otrora. Las luces de este faro sagrado muchas veces emiten señales ambiguas, imprecisas o indican hacia una dirección diferente de lo que la Iglesia siempre enseñó.

Ocurre que las instituciones son para las sociedades, de algún modo, lo que los padres son para los niños. Así como el niño crece viendo e imitando a sus progenitores, las sociedades se desarrollan en torno a sus propias instituciones. Por eso, cuando faltan las instituciones la sociedad pierde la guía y el norte y casi todo se hace obscuridad.

No será una travesía por el desierto, sino una travesía en la oscuridad. Y quien camina en lo obscuro debe estar preparado para todas las malas sorpresas, para los golpes inesperados, para los choques con lo que no se ve con claridad.

Quizá algún lector nos objetará que estamos siendo “profetas de desventuras” y que ello sólo sirve para deprimirlo.

No pensamos así. La peor situación de un ciego imaginario no sería haber perdido la vista, sería no darse cuenta de que está ciego, porque ahí los riesgos de la ceguera se transforman en reales calamidades.

Quien ve a un ciego caminar por la calle, observa que sus pasos son cuidadosos, su bastón lo ayuda a tantear lo incierto, está dispuesto a recibir ayudas y consejos de quienes le pueden indicar el camino seguro, etc. En una palabra, es un ejemplo de la virtud de la prudencia.

¿Quiere esto decir que debemos tomar una actitud vacilante y timorata?

En ningún caso. En medio de esta obscuridad general, hay una luz que no se apaga, que lo ilumina todo y que ayuda en cualquier circunstancia. Es la luz de la Fe católica, apostólica y romana.

Demos un ejemplo concreto y admirable de esta obscuridad y confusión, iluminadas por la Fe.

La actitud de los católicos chinos fieles a Roma.

Ahí todo es confusión. Las autoridades comunistas los persiguen por su fidelidad al Papado y, al mismo tiempo, las autoridades romanas firman un acuerdo con las autoridades comunistas y reconocen a los Obispos cismáticos.

Así, los católicos fieles, llamados “clandestinos”, están entre la espada y la pared. Sin embargo, ellos no vacilan, tienen clara su Fe y la debida obediencia a sus mandamientos, y en medio de la obscuridad y confusión dan un ejemplo a los católicos del mundo entero. Ellos fueron capaces de celebrar la conmemoración de la Navidad, en medio de este ambiente.

Un ejemplo histórico de esa misma actitud valiente en medio de la obscuridad, fue la del noble Juan I conde de Luxemburgo, en la guerra de los Cien Años, en la batalla de Crécy, el 26 de agosto de 1346.

Juan de Luxemburgo era ciego y, haciendo gala de gran coraje, fue a la batalla atado a otros dos caballeros que le hacían de guías. En el momento de cargar con la caballería, Juan montó y atacó con los demás, mientras otro jinete le llevaba el caballo de la brida. Junto con los anteriores, murieron Luis I, conde de Flandes, y Rodolfo, duque de Lorena.

Sin embargo, tal fue el heroísmo del caballero ciego, que el príncipe de Gales, del ejército opuesto al de Juan de Luxemburgo, recogió su escudo y pidió a su padre incorporar al suyo las tres plumas que lucían en el del caballero ciego.  Hasta hoy ellas distinguen a los Príncipes de Gales, tres plumas de avestruz blancas con el lema “Ich Dien”, que n alemán quiere decir: “Yo sirvo”

Es la prudencia de quienes tienen Fe. Saben que tienen que dejarse guiar, saben dónde y cómo golpear y quien merece ser servido, aunque cueste la vida. Dos buenas lecciones para empezar este año en medio de la obscuridad general.

La familia, es la institución que está más cerca de cada uno de nosotros y la que debemos cuidar como esposos, padres, abuelos, hijos y nietos. Ella ha sido siempre el último baluarte es todas las grandes crisis, pues es la primera de todas las instituciones, la más natural, la más cercana y la más santa,

Que sus palabras estimulen a todos a cuidar la familia, y por sobre ella la Fe católica, el mayor tesoro que recibimos de nuestros mayores.

Gracias por su audición y recuerde que nos puede seguir todas las semanas en esta SU emisora o a través de nuestra página credochile.cl

Y un buen año para Ud. y para todos sus seres queridos.

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