Estimado radioyente:
La última Encuesta Bicentenario 2023, realizada por la Universidad Católica, arroja cifras preocupantes relativas a los temas de familia y religión que son específicamente aquellos que interesan a estos comentarios semanales. Por ello no podríamos pasar por alto sus resultados e intentar analizarlos a la luz de la doctrina católica y del derecho natural.
Pasemos a los hechos informados.
Con relación a los temas de Familia, género y religión hay resultados con aspectos positivos y negativos.
Dentro de los primeros, “Se observa un alza en la idea que el matrimonio es un compromiso para toda la vida, con el 48% de las opciones.
Sin embargo, “En la versión 2023 de la Encuesta Bicentenario sigue aumentado el acuerdo con el hecho que las parejas homosexuales deberían tener derecho a casarse”.
Por otra parte, con relación al aborto, “Continúa la opinión mayoritaria al aborto solo bajo ciertas circunstancias (56%)”. Es decir, la mayoría está contra el llamado aborto libre, pero a favor de un aborto parcial.
En relación al tema religioso, “La adhesión a la religión católica sigue cayendo. Se observa un aumento significativo en la población joven (18 a 34 años) que no profesa ninguna religión, mientras la creencia en Dios a nivel general continúa su tendencia al alza (77%).”
Por último, la percepción de inseguridad y de desconfianza, son las más altas de la historia. “Respecto de la confianza, sólo un 19% señala que puede confiar en la mayor parte de las personas”.
“En cuanto a la percepción de inseguridad en espacios físicos específicos, en septiembre de 2023, 70.8 % de la población manifestó sentirse insegura en los cajeros automáticos localizados en la vía pública; 64.2 %, en el transporte público; 55.4 %, en el banco y 54.1 %, en las calles que habitualmente transita”.
La pregunta que asalta al lector de estos datos es saber si existe alguna relación entre el aumento de la inseguridad, y el hecho de las personas que se dicen no profesar ninguna religión.
La respuesta es más fácil de lo que parece.
Obviamente que la inseguridad creciente se debe a que la gran mayoría de las personas piensa que puede ser objeto de un robo en cualquier lugar de los especificados.
Ahora esa percepción es fruto, sin lugar a dudas, a la disminución de los principios morales que estimulan la honradez y el respeto por lo ajeno.
Es decir, existe una relación directa entre la falta de moral y el aumento de los delitos.
En la medida que decae la religiosidad de una nación, como es el caso de Chile, disminuyen de inmediato la moral y la virtud. Pues la fuente de éstas se encuentra precisamente la Fe en Dios, en sus Mandamientos y en su Iglesia.
Ahora, la institución por excelencia que forma en la Fe es la familia, y en especial las madres. Son ellas quienes saben transmitir las virtudes a sus hijos, con aquella nota que les es propia a una madre: persuadir sin insistir y convencer por el ejemplo.
Familia, religión, virtud y moral son realidades que se forman unas apoyando a las otras. Cuando una de estas viene a faltar, todas las demás entran en crisis.
Por lo anterior, más que sorprenderse por el alto número de robos, la crueldad de los delitos y la proliferación de las bandas, deberíamos ir a las causas de esos hechos, que no son sino la crisis de estas instituciones: familia, religión y moral.
Si se aprueban leyes o costumbres moralmente erradas, ella van a producir inevitablemente actos igualmente errados. Quien considera que se puede vivir sin Dios, nunca podrá tomar en serio ni cumplir duraderamente los Mandamiento que prescriben “No Robar” y “No matar”. Por eso, el aborto aumentará de aprobación y los delitos en número.
Al contrario, quien acepta la existencia Dios, tratará de practicar los Mandamientos, de formar una familia indisoluble, abierta a recibir a los hijos que Dios le mande y tendrá especial cuidado en la educación moral de ellos.
De ahí que, las virtudes individuales o familiares producen normalmente efectos sociales. Es la razón por la cual el Estado, cuya finalidad propia es el favorecimiento del bien común, siempre reconoció legalmente el matrimonio entre un hombre y una mujer y le dio un estatus civil, al igual que a la prole que concibieran.
Cuando el Estado o la sociedad se desinteresan del modo como se constituye la familia, si tiene o no hijos, si ellos son bien o mal educados, la consecuencia inevitable será la corrupción pública.
Lamentablemente de ello tenemos ejemplos permanentes tanto en la vida política, cuanto social o, incluso religiosa.
Llama la atención también que hoy existe una amplia aprobación nacional a las políticas de combate a la delincuencia llevada adelante por el Presidente del Salvador, Bukele, con el 74% de acuerdo a encuesta de la Universidad Adolfo Ibañez.
No hay duda que delante del crimen debe haber una acción represiva eficaz. Sin embargo, mucho más efectivo sería que el Estado diera todas las herramientas legales y económicas para fortificar los lazos de la familia natural, que incentivara la natalidad y que diera subvenciones para la buena educación moral de los niños nacidos.
De lo contrario, se deberán ampliar cada vez más el número de las cárceles, y pocos serán los que tengan libertad para caminar sin culpa por las calles.
Es lo que decía el gran Doctor de la Iglesia, San Agustín ya en el siglo IV de nuestra era:
Para este gran Doctor de la Iglesia, la familia es el fundamento de la sociedad, por lo que la paz doméstica debe ser la causa de la paz en la ciudad. Es decir, “la ordenada concordia entre los que mandan y los que obedecen en la casa debe relacionarse con la ordenada concordia entre los ciudadanos que mandan y los que obedecen”.
Nada más simple ni más natural. Por ello los resultados de la Encuesta del Bicentenario de este año nos debe dejar preocupados y debería llamar a tomar medidas serias a quienes tienen más responsabilidad.
Al menos comencemos por casa.
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