¿Qué es el estudio y cómo se debe estudiar?

Ciertamente que el tema más discutido en los últimos meses ha sido el de la educación. ¿Cómo organizar la educación? ¿Cuál el papel del Estado? ¿Cuál el de los padres de familia? ¿Cuáles son los deberes y derechos de profesores y alumnos? Y otros mil asuntos han sido debatidos a todos los títulos y en todas las esferas.
Sin embargo uno de los grandes ausentes en medio de esta polémica ha sido ¿qué es el estudio? y ¿cómo se estudia?
Para dar respuesta a este aspecto completamente fundamental del panorama, tanto para padres cuanto para alumnos, consultamos a un renombrado profesor universitario y de colegio, quien prefiere mantener en reserva su nombre.
Como el auditor podrá constatar, las observaciones de nuestro profesor son simples pero muy profundas.
Le pasamos la palabra:
Contestaré una pregunta que recibí: ¿Cómo estudiar?
Para saber cómo estudiar, tenemos que saber qué es estudiar. Cuando estudiamos, ¿qué pasa en nuestra mente? ¿Cuál es el signo, cuál es el síntoma de que algo ha sido estudiado? En definitiva, ¿qué es estudiar?
Nadie estudia algo solo para aprender de memoria. Nadie estudia algo sólo para saber algo más. Estudias algo principalmente para entenderlo bien. Una vez bien entendido, uno debería considerarlo: ¿Esto que estudié es bueno o es malo, me interesa o me deja indiferente, o produce un rechazo en mí? ¿Por qué? ¿Cómo juzgo el movimiento de mi alma frente al tema estudiado?
Una vez que uno haya respondido estas preguntas, es hora de deliberar. Uno debe memorizar lo esencial, luego no olvidar y adoptar actitudes concretas y prácticas.
Por ejemplo, ahora hablo de estudio. Uno debería preguntar lo siguiente: ¿está claro? ¿Lo entendí bien? En segundo lugar, esto que entiendo, ¿es bueno o malo? ¿Es esto de acuerdo con la doctrina católica o no? Si está conforme, es cierto y bueno. Si no es así, está mal y está muy mal.
Después debe preguntarse: ¿Cuál fue mi actitud frente a lo que oí? ¿Indiferencia? ¿Interés? ¿Rechazo? Esta actitud que tuve ¿fue correcta o incorrecta?
Después de todo esto estar bien analizado, el alumno se debe preguntar: ¿ahora qué voy a hacer con lo aprendido? Si llegué a la conclusión de que debo adoptar lo que ha sido expuesto, ¿qué haré? ¿Cómo lo incorporaré a mis otros conocimientos?
Si se trata de alguna enseñanza donde entren aspectos de la moral, el católico se debe preguntar Si esto es algo que la doctrina católica declara rechazable, ¿qué haré en la práctica?
Y por último debe concluir: Tomaré tal y tal medida.
Así es como estudias, pasando por estas diversas etapas en orden.
Otra pregunta que se desprende de la anterior es ¿Cómo sé si entiendo algo o no?
En primer lugar se podría decir que hay un criterio fácil y bueno, pero ese criterio no lo encontrarás muy seguro. Es éste: si puedo explicárselo a otro, lo entendí; Si no puedo explicarlo, no lo entendí. Porque lo que no puedo explicar, no lo entendí. Ese es un buen criterio.
Pero doy otro proceso, y este es excelente: trata de entender todo lo que puedas; eventualmente lo entenderé bien.
El ejercicio convierte al hombre en maestro
Imagina a una persona que, cada vez que tiene un problema delante de él, trata de entenderlo y luego resolverlo. Es posible que no sepa si lo hizo bien o no. Pero si lo haces muchas veces, muchas veces, muchas veces, termina con una fortaleza mental que te das cuenta cuando estás en lo correcto o incorrecto. El ejercicio termina siendo seguro.
Hay una expresión alemana que dice: “El ejercicio hace al hombre un maestro”. Haz el ejercicio y eventualmente lo sabrás. Piensa, piensa, piensa; reflexiona, reflexiona, reflexiona; al final conseguirás pensar correctamente.
Esto se da en todo orden de cosas.
Por ejemplo, un niño que nunca ha caminado puede hacerle a sus padres la misma pregunta: “¿Cómo voy a caminar? Me dices que me pare; me pongo de pie y me caigo; ¿de qué sirve? ¿Cómo voy a caminar?” Papá dice: “Camina, te caes cinco veces, diez veces, y luego aprendes a caminar”. El niño dice: “¡Oh, no quiero!” El padre advierte al niño y lo hace caminar. Sin duda, estas palabras tienen un pequeño tirón respetuoso de oídos. Quiero decir, tienes que romper la inhibición y hacerlo.
¿Cómo se le enseña a una persona a nadar? Igualmente: “Mira, estas son las reglas, esto y esto. ¿Entiendes?” Luego cae al agua, bebe agua, va al fondo cincuenta veces, nada, y eso es todo.
Esto también se hace para pensar. Pierde tu pereza e intenta entender, y eventualmente te darás cuenta si entiendes o no. Entonces nadie me dirá que no pueden entender, porque están equivocados: todos pueden entender.
Paso a responder a una última pregunta:
Alguien me podrá decir: “Pero hay algo que no veo claro. Por qué tienes que decidir si esto es cierto o incorrecto, bueno o malo. Llego al final de mi razonamiento, no lo he decidido, y me impones: ¡tengo que decidir! ”
Le respondo a mi querido alumno: “si alguien no está seguro, no se decida, pero aplique su espíritu tanto como le sea posible para adquirir esa certeza. Usando una expresión trivial de mi tiempo (ya no lo pienso hoy): “exprima su cerebro”. Presione “dar la vuelta” y la cosa sale. Pero debe hacerse, porque uno debe estudiar las cosas para que le sean de provecho, y por ello debe saber si son buenas o malas.
De lo contrario es como aprender a preparar un plato con ingredientes que no sabe si son buenos o están con fecha caduca y le puede hacer mal. Si el cocinero dijera, ya me da bastante trabajo aprender a preparar el plato, no me voy a tomar la molestia de saber si sus ingredientes son sanos o no.
Al contrario, una de las razones por las cuales fue aprobado la ley del etiquetado es para saber cuáles son los componentes y si ellos están de acuerdo a la dieta del consumidor.
Si eso es así para una comida, con cuanto más razón debe ser para aceptar o rechazar una enseñanza que pueda caer mal en la formación de mi conciencia de católico. Ello me podrá traer consecuencias para toda la vida.
Hasta aquí las enseñanzas de nuestro buen profesor sobre un tema que debemos practicar: cómo pensar, cómo reflexionar y de acuerdo a qué criterios decidir.
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