Mexicanización de Chile
Estimado radioyente:
La trágica secuencia de asesinatos de tres asesinatos de carabineros de Chile marcó un cambio en el rostro del alma nacional.
Obviamente que nada se hace de repente y estos hechos criminales se gestaron hace tiempo en el seno de una sociedad cada vez menos austera y más ansiosa de éxito fácil y rápido.
La frase de uno narcotraficante grafica bien esa mentalidad: “más vale ser rey 5 años que tonto durante 50”
Vale la pena detenerse un poco en analizar lo que está por detrás de esta afirmación.
Para los delincuentes y narcotraficantes que matan y mueren en “5 años”, el “rey” es el que consigue en ese tiempo fama y dinero a montones. El “tonto” el que cumple su deber durante 50 años.
La sociedad chilena se construyó en la afirmación opuesta. El “tonto”, el que cumple su deber a lo largo de sus existencia, sea ella larga o corta, rica o pobre, famosa o desconocida- es el verdadero hombre, el que sabe dominar sus apetitos desordenados de riqueza o de vanagloria, y construye en base a sus sacrificios una familia y un patrimonio que le permita vivir con dignidad a él y a los suyos.
Esta fue la base sobre la cual se construyó el alma nacional. El alma nacional se cimentó en este perfil humano de hombres, esposas e hijos que, a través de la sucesión de las generaciones, edificaron a nuestra nación.
La Fe católica iluminó a esta forma de ser y le dio sentido. Esta vida “es un valle de lágrimas” y no un campo de flores para gozar. Nuestro gozo será eterno y dependerá de nuestra conducta. De ahí florecieron virtudes, costumbres, instituciones. Ese era Chile y el modo de ser de quienes lo constituyeron por cientos de años.
Hasta que un buen día nos dimos cuenta que habíamos perdido -quizá sin darnos cuenta- esa Fe, esas virtudes, ese modo de ser, esa alma nacional.
Entonces surgió el modelo de vida para ser “rey por 5 años” en vez de ser “tonto por 50”.
Pero para poder uno de esos reyes efímeros debemos desconocer a Dios, a la Patria, a sus leyes e instituciones, a las virtudes y a los hábitos de trabajo honesto. En una palabra “refundar todo a partir de cero, desde una hoja en blanco”.
En ese ánimo utópico de destrucción nihilista, se juntaron todos los vicios y todas las formas de delinquir: “la primera línea” que incendió Iglesias, destruyendo todo lo que se le oponía. “Los octubristas” que promovieron un ataque sistemático a las instituciones de Orden, comenzando por los que estaban más a la mano: Carabineros.
A ellos se juntaron los delincuentes comunes, los del narco tráfico, los pseudo indigenistas, las feministas que no reconocen en la carabinera asesinada a una persona de su mismo sexo, los inmigrantes ilegales que se adueñaron de la vía pública, del comercio ilegal y del atraco criminal.
La delincuencia se disparó en todo el País mientras la virtud desaparecía de las personas, de la familia y de todas las instituciones.
Acabamos de conmemorar la semana pasada la semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Se aplican los comentarios al vía Crucis formulados por el Profesor Plinio Correa de Oliveira hace ya mas de medio siglo, pero que se mantienen siempre actuales pues se refieren al combate siempre presente entre las fuerzas del mal y las del bien en nuestro propio interior.
“En la lucha que trabó en el huerto, Jesús venció la primera fase del sufrimiento que debía padecer para obtener la Redención del género humano. Esta batalla es aquella que, en la vida espiritual de cada uno, corresponde a la lucha contra sí mismo. Caso ella no sea vencida, no se conseguirá vencer ninguna de las otras.
“Cabe aquí un comentario: esta es, de hecho, la primera batalla, pero debe ser sostenida durante toda la vida y se prolongará hasta el momento en que nuestra alma se separe del cuerpo. La Iglesia nos enseña que esa batalla no cesa jamás: es la batalla del hombre contra sí mismo, sus malas inclinaciones, sus defectos fruto del pecado original. Ningún hombre es un verdadero batallador si no se vence a sí mismo, si no vence las tentaciones que lo arrastran a practicar el pecado. El hombre puede ganar una guerra, pero si pierde la batalla de su vida, ¡es un comediante y no un batallador!
“Sin embargo, ¡qué diferencia entre la batalla de Nuestro Señor Jesucristo y la nuestra! En su interior se trababa una batalla de perfecciones. Pero dentro de nosotros, ¡cuánta infidelidad, cuánta suciedad, cuánta imperfección, cuánta raíz profunda de pecado, cuántas abominaciones que se levantan como un hormiguero constante, intentando dominar nuestra alma! Contra todo ello, es necesario luchar sin tregua. Es la primera batalla, porque es previa y está en la raíz de todas las otras que vamos a trabar todos los días y a todo momento a lo largo de la vida. Batallando contra nosotros mismos, o sea, perseverando, mejorando, santificándonos.
“Si está claro que ésta es la primera batalla, se puede hacer la pregunta: ¿Cómo debe ser trabada? La respuesta nos la dio Nuestro Señor en el Huerto de las Olivos: Nunca huir, nunca dejar de mirar el sufrimiento que se nos presenta. Si huye, el hombre habrá perdido la mitad de la batalla. Si ahora no se encara el sufrimiento, mañana no se lo enfrentará. En una guerra, el soldado sale de su trinchera y va a atacar al adversario con el fusil en ristre. Si avanza sin el ánimo de mirar al enemigo (porque, si lo enfrenta, perdería el valor), en breve dejará caer el fusil y huirá. Sólo tendrá el valor de avanzar, si tiene el valor de mirar al frente.
“Del mismo modo, en nuestra vida nunca debemos cerrar los ojos ante las pruebas que surgen en nuestros caminos. Cuando aparezcan, por más duras que sean, es necesario verlas de frente y por entero. Sin embargo, para enfrentarlas, es necesario sobre todo recurrir a la protección de la Santísima Madre de Dios y nuestra.
“Así, para cumplir los Mandamientos divinos —venciendo la batalla para mantener la castidad, la batalla contra el amor propio, contra el orgullo, contra la vanidad, etc.— debemos medir bien el combate arduo que todo esto representa. No podemos cerrar los ojos ante las dificultades.
“Podemos sentir miedo al considerar cuán dura será la batalla, pero para vencerla, sigamos el ejemplo que Nuestro Señor nos dio en el huerto: No cerró los ojos, vio todo de frente. Tuvo miedo, en la perspectiva de lo que sucedería, ¿qué hizo entonces? Pidió humildemente que, si fuera posible, se apartara de Él aquel sufrimiento. Pero ofreció lo que sucedería, y que se hiciera la voluntad del Padre. ¡Pidió fuerzas, las recibió y venció!
Hasta aquí los comentarios del Profesor Plinio Correa de Oliveira.
Concluimos nosotros afirmando que el verdadero “rey” no es el que roba y mata para conseguir deleites por “5 años” sino el que es capaz de vencer la batalla de su vida interior.
Ese será auténtico rey a lo largo de toda su existencia terrena y gozará eternamente de la visión beatifica de Dios. Es lo que deseamos a los uniformados de Carabineros que cayeron en el cumplimiento de su deber y que hoy son llorados y admirados por todos los chilenos de bien.
Con nuestros cordiales saludos de Pascua de Resurrección lo invitamos a seguirnos en esta SU emisora, semana a semana, en esta misma hora o en nuestra página web. Credo Chile.cl.