Mes de María
Estimado radioyente:
El pasado Viernes 8 se dio comienzo al mes consagrado a la Santísima Virgen, conocido como el Mes de María.
La canción que todos recordamos como característica de la devoción popular que el pueblo fiel canta diariamente durante este mes, dice en su estribillo: “Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que Madre nuestra es”.
Oigamos un trecho de la música.
La pregunta que surge en la situación de semi confinamiento en que nos encontramos, con las iglesias cerradas, sin poder ni siquiera asistir a Misa, es qué sentido tiene cantar, “Venid y vamos todos”, cuando sabemos que no habrá nadie que “venga” ni que “vaya”, pues no hay dónde ir y todos deben guardar distancia, unos de los otros.
Lo característico del Mes de María, era que todo el pueblo fiel se sentía una sola familia, reunida en torno de la misma Madre y cantaban unidos con alegría esa filiación.
Sin embargo, tal sentimiento, como todos los que provienen de la verdadera Fe, no es un mero y pasajero fervor, sin raíces más profundas.
Al contrario, el saberse hijos de tan buena Madre, es antes que nada una profunda convicción nacida al pie de la cruz: “Cuando Jesús vio a su madre, y vio también presente al discípulo a quien él amaba, le dijo a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Después dijo al discípulo: ‘He ahí tu madre’. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.
San Juan, fue el único discípulo que se encontraba al pie de la cruz, pues todos los otros habían abandonado a su Maestro, y en ese momento él representó a los fieles de todas las épocas. Nos representó a cada uno de nosotros, a Ud. que nos oye, al más pequeño, al más escondido, al más inexpresivo de sus hijos; si es que un hijo pudiese ser inexpresivo para una tal Madre.
A los pies de la cruz, donde estaba María, la recibimos como Madre. Fue esta escena pungente que dio origen a una de las más bellas oraciones, el “Stabat Mater dolorosa”, atribuída al Papa Inocencio III del siglo XIII, “Estaba la Madre dolorosa”. Una de sus estrofas, traducida al castellano por Lope de Vega, dice: “Y ¿cuál hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo, en tanto dolor? Y ¿quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?”
En este Mes de María en que las iglesias continuarán cerradas, en que los fieles no se juntarán para cantar en honra a María, en que no habrá ni un “Venid” ni un “vamos todos”, el sentido más profundo del mes de María se hace ver de modo aún más evidente.
¿Y cuál es ese sentido?
Es que ya sea en medio de las tristezas de estar “a los pies de la cruz” o ya sea en las alegrías de estar en las consolaciones y satisfacciones que podamos encontrar en esta vida, hay una cosa que nunca debemos olvidar: Dios nos dio a su Madre, para recurrir a Ella en todas nuestras necesidades, aflicciones o alegrías.
He ahí el sentido más profundo del “Venid y vamos todos”.
Sí, el “venid” es la invitación que Ella nos hace a lo largo de todo este mes, que se cierra con la Fiesta de Su Inmaculada Concepción, el próximo 8 de diciembre. Es una invitación que se hace especialmente cercana durante este mes, pero que se extiende a lo largo de todo el año, de todos los años, de toda nuestra existencia terrena.
Y el “vamos” es nuestra respuesta a esa maternal invitación. Sí, “vamos todos”; “vamos” siempre; “vamos” en las dificultades; “vamos” en las amarguras; “vamos” en las alegrías; “vamos” en los éxitos y “vamos” en los fracasos de nuestra existencia. Porque el gran éxito de nuestra vida es sabernos hijos de tan buena Madre, y éste es un éxito que nos debe acompañar siempre.
En ese sentido, hay, en medio de la inevitable tristeza de un mes con sufrimientos, una profunda consolación. Sabernos hijos queridos, incluso en medio de las probaciones y dificultades inherentes al tiempo que pasamos.
Hay un antiguo adagio que dice: “El amigo seguro se conoce en la ocasión insegura”. Esta verdad se aplica con todo propósito a este mes de María: “El devoto fiel y seguro se conoce en la ocasión insegura”.
Seamos esos hijos fieles y seguros en esta época en que en todos los campos parecen triunfar la infidelidad y la inseguridad. Sepamos cantar con más Fe y con más devoción. No pasemos este mes como tristes huérfanos voluntarios.
Al concluir nuestro comentario de hoy le proponemos a Ud. Sra. O a Ud. Sr. que nos oye, tomar una decisión familiar. Levante un su propia casa, un pequeño altar consagrado a la Virgen. Ponga allí una imagen de Ella, un ramo de flores y junte a su esposo o a su Sra. y a sus hijos para rezar y cantar la oración tradicional del mes.
Le aseguro que sentirá esa suave y maternal sonrisa de Aquella, de la cual “nunca se oyó decir que alguno de aquellos que haya recurrido, haya sido por Ella despreciado”.
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