La gran lección de las fiestas de fin de año
Estimado radioyente
Es interesante notar que la liturgia tradicional de la Iglesia dedica el fin y el comienzo de cada año a celebrar el modelo ideal de Familia: La Sagrada Familia.
Sí, tanto en el mes de diciembre cuanto en el de enero, cada domingo está consagrado a conmemorar algún aspecto de la Sagrada Familia.
Sin duda que el más importante y festejado por todos es el de la Natividad del Niño Dios, en la gruta de Belén, el día 25 de diciembre. A bien decir no existe familia que, por más distante que se encuentre de la práctica de la religión, no se una para celebrarla a los acordes del “Noche de paz, noche de amor”.
Sin embargo, lo que comienza con tanta suavidad y encanto es interrumpido, tres días después, el 28 de diciembre, por la conmemoración del martirio de los santos inocentes. Fueron ellos los primeros a derramar su sangre, por orden de Herodes I.
San Mateo explica cómo unos reyes sabios llegaron a Jerusalén desde Oriente y se presentaron ante el rey Herodes I el Grande. Iban en busca del futuro rey de los judíos que acababa de nacer, pues se había visto una nueva estrella sobre Israel que señalaba la llegada de un rey de reyes. Herodes, desconfiado y temeroso de perder su poder, pidió a los reyes magos que fueran en busca de este niño y volvieran para informarle de su paradero; pero el tiempo pasó y los sabios no regresaron.
Para acabar con el problema de raíz, Herodes envió a un grupo de soldados a Belén con orden de asesinar a cualquier niño menor de dos años que encontraran allí, asegurándose así de que el anunciado mesías, futuro rey de Israel, muriera. La matanza tuvo lugar el día 28 de diciembre y, para recordar a las víctimas, la Iglesia Católica decidió instaurar esta fiesta como homenaje a todos los santos inocentes.
Sólo cuatro días después de esta conmemoración de los mártires inocentes, el día 1° de enero de cada año, la Iglesia celebra a Santa María, Madre de Dios, (en griego Theotokos) donde se conmemora el dogma de la Maternidad divina de María sobre Jesús tal y como quedó definido en el Concilio de Efeso. Y se la considera la festividad más importante en honor de la Santísima Madre de Jesús, ya que toda su vida y sus dones personales —incluyendo su propia virginidad antes, durante y después del parto— estuvieron orientados a su maternidad.
El 6 de enero vemos llegar a los Reyes Magos a adorar al Divino Infante. No hay pesebre en donde ellos estén ausente. Y la riqueza de sus regalos: oro, incienso y mirra, encantan de ver en el conjunto de tanta privación del pesebre. Ellos nos indican que Dios recibe con igual beneplácito tanto el humilde regalo de los pastores, cuanto los preciosos de los reyes. No hay en Él ni resentimiento por ser pobre, ni desprecio a los otros, por ser rico. “Deus, caritas est”, Dios es caridad.
El Domingo posterior, que celebramos el fin de semana pasado, la Iglesia lo consagró a honrar a la Sagrada Familia y a proponerla como ideal de todas las familias de la tierra.
Hay en toda esta secuencia de celebraciones una gran lección a tomar.
El acontecimiento más grande de la Historia es la venida del Divino Redentor al mundo. Tanto es así que la historia de la humanidad se divide en dos: antes de su venida y después de su venida. Antes de Cristo y después de Cristo.
Ahora, ese acontecimiento ocurrió en el seno de una familia. Una familia, ciertamente especialísima, donde la Madre era Virgen, el Hijo era Dios y engendrado por “obra del Espíritu Santo”, y San José era el custodio de ambos.
No hay ninguna otra institución que esté tan relacionada con la venida de Dios sobre los hombres, como es la familia. Todos los otros personajes, el rey malo, Herodes; los reyes Santos; los pastores; los ángeles que cantaron “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”, todo circunda y pasa en segunda importancia, delante de los tres centrales: José, María y Jesús.
La gran lección que debemos recoger de la enseñanza milenaria, que se conmemora cada año en todo el mundo es precisamente esta: Dios quiso nacer pequeño y dependiente en el seno de una familia.
¿Podría haber lección más atrayente y santa de Dios a toda la humanidad, de que la de hacerse hombre en el seno de una familia?
Ahora, en el comienzo de este año, en donde la familia, por así decir sufre de todos los ataques e intentos de desarticulación, resulta indispensable tomar muy en serio la lección que Dios y su Iglesia nos transmiten con estas conmemoraciones.
Si no existe institución más importante que la familia, en el acontecimiento más importante para la humanidad; lógicamente que no existe acontecimiento más dañino en la historia de la humanidad que su desintegración.
Si la historia de la salvación comienza en el seno de la Sagrada Familia; la historia de la perdición comienza con su destrucción.
Delante de esta realidad existen dos actitudes a tomar. Una es la de los conformistas y pusilánimes que piensan que, si esta es la realidad, entonces hay que acomodarse a ella y dejarse arrastrar por la corriente.
Otra es la de los hombres de Fe. Es la que considera que si la familia es tan central como nos indica el propio Dios hecho Hombre, entonces todos los esfuerzos que se puedan consagrar en su defensa, desde los más pequeños hasta los más heroicos, deberán ser realizados para evitar las consecuencias nefastas de este tsunami moral.
Las crónicas noticiosas muestran que las primeras víctimas de los tsunamis son precisamente aquellas que se dejan sorprender y que no toman las medidas preventivas para no dejarse arrastrar por el ímpetu de las aguas en descontrol.
Si a una población costera le informaran de la inminente venida de u tsunami, ciertamente que habría algunas que preferirían seguir su rutina diaria, desprevenida y despreocupada, pensando que tal vez la noticia sea una exageración.
Otras, las más sabias, se alejarían de las zonas peligrosas, subirían hasta donde las aguas no pudiesen llegar y por último pedirían la intervención de la Providencia para que no ocurrieran las peores consecuencias.
Hacemos votos para que la lección de todas estas fiestas dedicadas a la Sagrada Familia nos ayude a tomar la actitud de los sabios. Es lo que deseamos para Ud. y para su familia que nos escucha en este programa de Acción Familia.
Muchas gracias por su audición y recuerde que nos puede seguir en www.accionfamilia.org o en esta SU emisora, semana a semana.