La encuesta CEP y las creencias de los chilenos

Estimado radioyente:

En la última encuesta CEP, agosto septiembre del 2024, dada a conocer hace algunas semanas atrás, aparece una consulta que revela ciertas nociones del publico nacional sobre aquello que en la Iglesia Católica se llaman “los novísimos”, es decir aquellas cosas que serán las últimas de nuestra existencia: Muerte, Juicio, Cielo e Infierno.

La pregunta de la encuesta consultó al público sobre: “Le voy a mencionar algunos temas y con la ayuda de esta tarjeta, Ud. me dirá cuánto cree en cada uno de ellos.

¿Cree Ud. en…? el cielo? El 73% responde que sí. ¿la vida después de la muerte?  72% responde afirmativamente. ¿Los milagros religiosos? Sí, el 69%, ¿y el inferno? 54% cree en su existencia.

Como se ve, la gran mayoría de la población, más del 70% cree al mismo tiempo en la vida eterna y en una recompensa infinita, en lo que llamamos el cielo. Incluso, mas de la mitad de los entrevistados, 54% también dicen creer en el infierno, es decir un lugar donde se castiga eternamente a las almas de aquellos que vivieron ignorando la voluntad de Dios y de sus Mandamientos.

Tales respuestas indican que aún existe en la mayoría de la población una noción de la justicia divina y de su aplicación sobre nuestras existencias.

En efecto, Dios nos premiará con el cielo, si nos conducimos de acuerdo a su voluntad y a las leyes que Él puso en nuestra naturaleza humana y nos castigará en el infierno, en el caso de que las ignoremos o no le hagamos caso ninguno.

Se diría que estas creencias aún mayoritarias entre los entrevistados están afirmadas en lo que enseña el El Catecismo de la Iglesia católica es decir que «Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de la purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre».

Sin embargo, cuando se responde  en la misma encuesta a otras preguntas relacionadas con las creencias religiosas, las opiniones distan mucho de las enseñanzas del mismo Catecismo.

Por ejemplo, sólo el 41% de las personas está de acuerdo con la siguiente frase: “Para mí, la vida tiene sentido sólo porque Dios existe”. Y el 74% dice tener su “propia forma de conectarme con Dios, sin Iglesias ni servicios religiosos”. Sin embargo, el 81% dice “creer en Dios” vs. un 7% que dice no creer en Dios y nunca haber creído.

Los porcentajes anteriores indican el crecimiento de un tipo de religión individual, en la que cada uno se construye una idea de Dios que le sea afín a su modo de vivir, de ahí que sea alto el porcentaje de creyentes y bajo el porcentaje de adhesión a la religión católica. Sólo el 48% responde “pertenecer o sentirse más cercano” a ella.

Esta individualización de la Fe, por donde se cree a “su manera” y se practica la religión de cada uno, es lo que explica que al mismo tiempo haya crecido la aceptación de la práctica del aborto; el 50% considera que “El aborto sólo debe estar permitido en casos especiales”. Con relación a la eutanasia, el 78% considera que debe ser posible en algunos casos y  el 60% responde que: “Una pareja del mismo sexo puede criar a un niño/a tan bien como una pareja heterosexual”.

Todas esas opiniones muestran claramente una separación de las creencias religiosas y las practicas individuales. Estas últimas son determinadas por el sentir de cada uno.

Ahora, la pregunta de fondo es saber de qué valen esas creencias cuando ellas no obedecen a convicciones apoyadas en la virtud de la Fe, sino en el capricho y los sentimientos de cada uno.

Esa pregunta ya la respondió Nuestro Señor al indicar que el que “construye sobre roca es sabio” y el que lo hace sobre arena es necio.

En materia de Fe, la roca es la palabra de Nuestro Divino Señor y los ejemplos de su vida terrenal. Es la mediación maternal de María Santísima, su Madre. Es la vida de todos aquellos que a lo largo de los siglos lo quisieron seguir y son los modelos para imitar.

Lo que no se apoya sobre esa roca, es como los edificios construidos sobre las dunas, que, a pesar de verse muy bonitos a la distancia, basta unas lluvias más fuertes para que se desmoronen sus bases y tengan que ser deshabitados.

En concreto, la roca sobre la cual se construyen las instituciones que no se desmoronan es la institución de la familia. Ella es la base de la sociedad, la garantía del futuro sano de generaciones bien educadas, por padres fieles a su vocación.

Es curioso constatar al mismo tiempo que las instituciones que alcanzan más alto grado de confianza pública son aquellas que dan más seguridad y se sacrifican más por el bien común: Fuerzas Armadas, Carabineros y Policía de Investigaciones, todas ellas sobre el 50%.

Lo que caracteriza a estas instituciones es que ellas no están constituidas de acuerdo al capricho de sus integrantes, sino que de acuerdo a una doctrina y a una práctica estricta de comportamiento.

Si ellas son confiables es precisamente porque se les asigna un grado de coherencia importante entre lo que dicen y practican. Probablemente es por falta a esa coherencia que la Iglesia Católica alcanza sólo un 23% de confianza.

En definitiva, lo que indica estas respuestas de confianza es que los entrevistados consideran que lo que no es coherente no es serio y no merece confianza.

Sin embargo, en la visión y el juicio al comportamiento individual, esa regla parece no aplicarse. Todas las costumbres son igualmente buenas o malas, de acuerdo al sentir de cada uno.

En pocas palabras, tal sentir equivale a la divinización de la voluntad humana y a la negación del Primer Mandamiento de la Ley de Dios, como nos enseña el mismo Catecismo de la Iglesia.

“Al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto. Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la nada de la criatura, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo. La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo”.

Por lo anterior, las respuestas que hemos comentado nos indican que el País no va por buena senda en materia de familia ni en las bases morales que le dan el sustento.

Hacemos votos para que la sociedad, en su conjunto, retorne al orden que brilló en las familias hasta no hace tantas generaciones atrás. Que ella no sólo reconozca la existencia de Dios, sino también la necesidad de ordenarse de acuerdo a lo que Él nos señala.

Sólo así podremos entrar en el cielo, en el cual tantos creen, y podremos oír el cumplimiento de la promesa. “Cristo que te llamó, te reciba y los Ángeles te conduzcan al regazo de Abraham”.

Gracias por acompañarnos en estos comentarios que puede seguir semana a semana en esta SU emisora, o a través de nuestra página Credochile.cl

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