Feria del libro usado y feminismo
Estimado radioyente
Hace pocos días atrás visité la Feria del libro usado de Santiago que desde hacía 4 años estaba suspendida y que se realizaba siempre en este mes de febrero, para permitir que quienes quieren gozar de unas vacaciones culturales a bajo precio, lo puedan hacer.
Siempre me gustó visitarla pues allí se encontraban buenos libros históricos y álbumes y publicaciones de todo tipo, muy atractivas para un lector con bolsillo más bien vacío.
La cantidad de expositores y la variedad de los libros obliga a una búsqueda demorada y atenta para no salir con lo que no se quiere y con lo que después no se leerá.
Cuando estaba en este interesante trabajo, comencé a oír desde los parlantes de la exposición, el anuncio de un “evento cultural” que se promovía para los lectores. Se anunciaba ahí que una mujer feminista leería poesías dedicadas a la mujer.
Intentando no poner atención a la referida lectura, cuyo contenido no era difícil de adivinar, intenté continuar con mi búsqueda. Lamentablemente los parlantes eran buenos y el volumen alto, por lo cual no pude dejar de oír trechos de las anunciadas poesías feministas.
En resumidas cuentas, y para no repetir lo indigesto de la materia, de lo que se trataba era una apología de una mujer pública en lo que ella pueda tener de más indigno y de menos atrayente.
Pensaba para mi interior, mientras buscaba lo que no encontraba y oía lo que no quería: si a alguno de los que están aquí, se le acusara de tener una madre, una esposa o una hija conforme a lo que está lectora feminista está promoviendo, lo consideraría una grave ofensa, y probablemente saldría un pugilato.
Salí con las manos casi vacías y con pocos deseos de volver. Lamentablemente, de acuerdo a las encuestas, cada vez más mujeres parece creer que sin esposos y sin hijos se “realizarán” mucho mejor como mujeres.
Según el Anuario de Estadísticas Vitales 2020 realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), calculó que la tasa global de fecundidad en Chile constata un descenso de la fecundidad, ya que al inicio de la década del 2000 había un promedio de 2,1 hijos y en el 2020 solo alcanzó el promedio de 1,3 hijos por mujer, lo que está por debajo del nivel de reemplazo generacional.
Con relación a la nupcialidad el panorama es un poco más alentador. Según datos del Registro Civil en el año 2022, se registraron 69.069 matrimonios, la cifra más alta en más de una década. Lo que indica una anomalía, pues a más matrimonios debería naturalmente corresponder más hijos.
Teniendo presente estos datos y después de la amarga experiencia ocurrida en la Feria del Libro, leí un texto del Papa Pío XII sobre la dignidad y la belleza moral de una mujer y madre. Me pareció las antípodas de lo que la feminista de la exposición promovía, y por ello lo comparto lo con Ud. Esperando que pueda llegar hasta una joven madre de familia.
“esposa y madre: sol de la familia. Es el sol con su generosidad y abnegación, con su constante prontitud, con su delicadeza, vigilante y previsora en todo lo que puede alegrar la vida de la familia”.
La mujer tiene “una virtud principal que le nace con las palpitaciones de madre y con la madurez del corazón: madurez que si recibe amarguras no quiere dar sino alegría; si recibe humillaciones, no quiere devolver sino dignidad y respeto, semejante al sol que con sus albores alegra la nebulosa mañana y dora las nubes con los rayos de su ocaso”.
Sol de la familia, “con la claridad de su mirada y el fuego de su palabra: mirada y palabra que penetran dulcemente en el alma, la enternecen y alzan fuera del tumulto de las pasiones”.
La mujer es sol de la familia con su ingenua naturaleza, con su digna sencillez y con su majestad cristiana y honesta, así en el recogimiento y en la rectitud del espíritu, como en la sutil armonía de su porte y de su vestir, de su adorno y de su continente, reservado y a la vez afectuoso. Sentimientos delicados, ingenuos silencios y sonrisas le dan la gracia de una flor selecta y sin embargo, sencilla que abre su corola para recibir y reflejar los colores del sol”.
Quien compartía en las redes sociales este magnífico texto del Papa Pio XII, comentaba:
“Doy gracias a Dios por haber visto esto en mi madre, a quien jamás escuché decir una mala palabra ni una grosería, en mi mujer Mecha, en mis hermanas; y le pido que esta bendición se prolongue en mis descendientes”.
Concluimos nosotros.
Del demonio, se dice con razón que “es el padre de la mentira”. Él promete la liberación de la mujer, y lo que hace no es sino rebajarla a su total humillación y vilipendio. La mujer que renuncia a ser madre, no conocerá el afecto filial de un hijo ni recibirá en su mejilla el beso casto de una hija.
La mujer que se libera de la tutela de un esposo, cae en la esclavitud de mil hombres, que por más o menos dinero, harán de ella un vil objeto de sus deseos.
Desgraciada liberación, en la que caen las feministas, que como la de la Feria del Libro usado, promovía ni más ni menos que el fin de la dignidad del sexo femenino.
La conocida historiadora francesa, Regine Pernoud, demostraba en sus libros que nunca la mujer fue más dignificada, exaltada que en la Edad Media. Época de fe y de practica de la virtud.
En su libro “La mujer en el tiempo de las catedrales”, la citada autora escribió:
“… De manera que después de pasar años siguiendo al burgués desde su nacimiento hasta los tiempos modernos, una reacción natural me llevó a estudiar el puesto de la mujer en la sociedad sobre todo en los tiempos que podríamos llamar pre burgueses si no fuera un término excesivamente restrictivo: el tiempo de Eloísa, de Leonor, de la reina Blanca, y también más tarde, cuando entra en escena la mujer más conocida del mundo: Juana de Arco.
El conjunto de su evolución hace pensar en esas ruedas de la Fortuna donde vemos a un personaje (femenino) que asciende, triunfa por un tiempo, y después inicia su descenso para volver a caer más bajo que nunca. De acuerdo con esta imagen tan familiar a la iconografía medieval, el apogeo correspondería a la era feudal, desde el siglo X hasta fines del XIII; (…)”
En una palabra, si queremos que la mujer sea respetada volvamos nuestra vista a la época en que ella fue reina de naciones y de hogares, a la época que se llamó con acierto, la “dulce primavera de la Fe”.
Quizá algún auditor nos diga que lo que estamos proponiendo es una utopía. Hablar de la Fe y la dignidad en una época de ateísmo y liberalización.
A este supuesto objetante le respondemos que no hay utopía mayor que la de esperar del ateísmo y la supuesta liberalización lo que ella jamás podrá dar: dignidad, respeto y nobleza de alma.
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