El Infierno Legal: Satanistas Chilenos Exigen Reconocimiento Estatal
Estimado radioyente:
Es común la expresión “me cae bien” cuando alguien se refiere a una persona con la cual simpatiza. Eso quiere decir que existe una empatía entre ambos. Piensan semejante, buscan las mismas cosas, proceden del mismo modo, etc.
No es de extrañar entonces que cuando una sociedad, en una proporción cada vez mayor de sus componentes, se comportan de acuerdo a las máximas del demonio, del mundo y de la carne; éstos quieran entonces que sus máximas y el padre de ellas, que es el demonio, sean reconocidos como religión.
Es lo que un grupo de satanistas están queriendo obtener del Estado de Chile. Sin embargo, no se crea que ellos buscan tan sólo ser reconocidos. Posteriormente exigirán que sus símbolos satánicos puedan ser exhibidos en lugares públicos, como cualquier otra religión.
Es lo que ya está ocurriendo en los Estados Unidos, especialmente en ciudades como Detroit y Salem, donde el Templo satánico ha exigido la inclusión de sus principios en lugares públicos, similar a lo que se permite a las iglesias cristianas. Un ejemplo notable es su protesta en Little Rock, Arkansas, donde solicitaron el mismo espacio que una estatua de los Diez Mandamientos para erigir una figura de Baphomet, símbolo de esa secta.
No le quepa duda, que más adelante exigirán también impartir clases de satanismo en los colegios para los niños y por último exigirán que se prohíban todos los símbolos que sean contrarios a sus prácticas, por ser discriminatorios del demonio.
En una palabra, es el inicio de una verdadera guerra religiosa en la cual, el capitán de uno de los campos, será el propio demonio.
Es necesario por lo tanto prepararnos para un embate que, hasta ahora, en la ya larga historia nacional, nunca habíamos enfrentado.
Pero, Ud. me preguntará: ¿cómo prepararnos para enfrentar esta batalla tan desigual?
A esa pregunta ya respondió San Pablo en carta enviada a los Efesios: “Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”.
Y el gran santo mariano, Luis María Grignion de Motfort, previno en el siglo XVII que esta lucha entre los hijos de la Virgen y los secuaces del demonio sería siempre y cada vez más encarnizada.
En su aparición del 13 de julio, la Virgen en Fátima, describió la apoteosis, la victoria casi total de Satanás por parte de sus cómplices, el ateísmo materialista que gobierna el mundo. Pero, al mismo tiempo profetizó el triunfo de su Corazón Inmaculado, como siendo la única salvación y la única victoria segura que Dios nos ha dado.
San Luis Grignion señaló claramente que esta lucha será terrible. “Finalmente, María ha de ser temible como una tropa armada, poderosa como un ejército, dispuesta a luchar contra Satanás y sus cómplices, sobre todo en esos últimos tiempos, en los que el diablo sabe perfectamente que sólo le queda poco tiempo para corromper a las almas.
“Por eso, cada día redoblará la cruel persecución y tenderá terribles trampas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, ya que le cuesta más vencerlos que a los demás. Es precisamente con respecto a estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que aumentarán diariamente hasta el reinado del Anticristo, que hay que comprender aquella primera famosa promesa y maldición de Dios, que pronunció contra la serpiente en el paraíso terrenal: ‘Pondré enemistad entre tí y la mujer’.”
Todas estas advertencias, que nos vienen desde el comienzo de la Iglesia, nos deben ayudar a enfrentar esta lucha con serenidad, confianza y filial devoción a la Santísima Virgen.
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Con relación al pedido de los satanistas de ser reconocidos por el Estado de Chile como un culto normal, la Conferencia Episcopal y varios grupos cristianos dieron a conocer sus graves reparos a tal pretensión:
Le pasamos la palabra:
“el reconocimiento de Satanás, Lucifer u otros nombres, tiene, por su propia naturaleza, y más allá de lo que declaren sus simpatizantes, una relación directa con seres personales cuyo único objetivo es separar a los hombres y mujeres de la relación con Dios y por tanto de los bienes morales que de ella se siguen, estableciendo la discordia y la división como principios operativos. La historia del satanismo es bien conocida, y ella siempre ha estado marcada por elementos disruptivos de los valores esenciales de la convivencia humana y muchas veces ha sido causa de tragedias para los seres humanos.
(…) La afirmación del respeto a los derechos esenciales y el derecho a vivir o practicar una religión (…) no es suficiente seguridad para avalar la legitimidad social de una organización satánica, porque las cosas son lo que son y están siempre ligadas a sus elementos esenciales. El satanismo y sus diversas expresiones implican, necesariamente, el culto al mal y el intento de sustituir a la Divinidad.”
En definitiva, si el Estado de Chile llegase a darle reconocimiento legal a una secta satánica, sea cual fuere su nombre, cometería un grave pecado social pues sería un atentado al Primer Mandamiento de la Ley de Dios.
No se puede poner en pie de igualdad, el vicio con la virtud; el bien con el mal; ni la bondad con el mal. Cuando una persona opta por el mal, inmediatamente rompe con Dios. Si un Estado pone en pie de igualdad a Dios y al demonio, rompe con Dios. Ya lo dijo Nuestro Señor Jesucristo: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”.
Es lo que también ya nos advirtió San Pablo:
“Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: inmoralidad, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas, de las cuales les advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”.
No existe una tercera posición. O se aceptan las leyes de Dios, y sus frutos son la virtud que San Pablo enumera; o, al contrario, el Estado de Chile se abre a reconocer al demonio como religión normal de los chilenos, y sus frutos serán los mismos vicios que señala San Pablo.
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Hacemos votos para que el Estado de Chile no caiga en este grave atentado a la gloria de Dios y se haga responsable de todas las consecuencias morales que un tal reconocimiento del mal, el error y el vicio, sin duda traerán para el conjunto de la sociedad.
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