Dos ceremonias, dos conceptos del poder
Estimado radioyente:
La semana pasada hubo dos ceremonias que difícilmente pueden ser comparables. El Jubileo de la reina de Inglaterra, por sus 70 años de coronación y la primera cuenta pública del Presidente Boric a la nación chilena.
Todo, en estas dos ceremonias, es tan diferente, que algún oyente nos podrá decir que no son bajo ningún punto de vista comparables.
Sin embargo, hay un punto de vista en que ambas ceremonias son comparables, y es el mensaje que cada una de ellas quiere dar a la población de su nación.
Porque, al final de cuenta, toda ceremonia es un conjunto de escenas que transmiten una noción de lo que viene a ser el poder y de la imagen que se quiere transmitir. De ahí que toda ceremonia importa, no sólo por lo que dice, sino por cómo lo dice.
Tomemos primero la ceremonia que estuvo más cerca de los chilenos, y que fue la cuenta pública presidencial del presidente Boric.
Sin entrar en la materia tratada, en las más de más de dos horas que duró su intervención, un aspecto llamó la atención. Por primera vez en la historia de 190 años de los Mensajes presidenciales, el ocupante de la primera magistratura, se dirige a la nación sin corbata.
¿Qué quiere decir esta forma de presentarse? ¿qué simboliza el uso de la corbata?
Lo único que queda en la vestimenta masculina que le da algo de solemnidad a la presentación es precisamente la corbata. Sin ella, la persona parece de modo trivial, casual, despreocupado.
La corbata, por así decir, destaca en la persona su parte más noble y superior, que es la cabeza. De ahí que siempre en las ceremonias con cierta importancia, los hombres se vistan con traje y corbata. Es una forma de conferir solemnidad a la ceremonia de la cual se participa.
Si esta regla vale aún para el normal de las personas en un matrimonio, o en la graduación de una carrera, o en cualquier otra ocasión solemne, mucho más vale para quien ocupa el primer cargo dentro de los poderes públicos, y se dirige a toda la nación.
Hubo pues, en esta ocasión dos aspectos que hicieron especialmente grave la ausencia del uso de la corbata por parte del Mandatario. Por un lado, la banalización del cargo y por otra el respeto a todos los que lo están viendo, o sea al conjunto del País.
Obviamente que si el Presidente va sin corbata y con aspecto de eterno estudiante, los Ministros lo imitarán en su presentación. Fue lo que ocurrió en esta ocasión y probablemente se siga repitiendo en todas las demás ocasiones que se presenten las autoridades públicas.
El poder público bajó un escalón en su conciencia de mando, y dio una señal que trivializó el debido respeto a lo que significa la nación. Chile recibió un mensaje por el cual su respeto por sí mismo, como una nación de destaque del Continente, bajó en la misma medida en que disminuyeron los símbolos que lo destacaron del conjunto.
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Veamos ahora lo ocurrido por los 70 años de la coronación de la reina de Inglaterra. Todo allí fue esplendor, conciencia de su propia grandeza, perennidad en las formas, en los uniformes, en las voces de mando, en las marchas militares, perfectamente interpretadas y tan características de los “tropping de colours” que se celebran hace más de doscientos cincuenta años.
Inglaterra salió más dignificada y con mayor conciencia de su posición de destaque en el Continente europeo.
Como centro de toda esta pompa, una persona presente en los pensamientos de todos los asistentes. La reina Isabel que a sus 96 años es la más longeva reina de la historia de ese país. Y que por su trayectoria de 70 años de dignidad, distinción, buen sentido y alta conciencia sentido de lo que significa ser monarca de Inglaterra a la cual prometió servir hasta el fin de su existencia.
El mensaje de la celebración de platino por los 70 años de la coronación de la reina a todos los ingleses y a la vasta comunidad de naciones a ella unida, fue la de perpetuar la continuidad de las raíces que la hicieron grande y mirar con confianza el futuro.
La pregunta que queda después de pensar en estas dos ceremonias, es saber si los símbolos, la pompa y la riqueza tienen una función en la vida humana
La respuesta nos la da el Profesor Corrêa de Oliveira,
“Quiso la Divina Providencia que existiesen en la naturaleza materiales bellos y preciosos con los cuales el ingenio humano, rectamente movido por un anhelo de belleza y perfección, produjese joyas, terciopelos, sedas, en definitiva todo lo que sirve para el adorno del hombre y de la vida.
“Imaginar un orden de cosas -cualquiera que sea la forma de gobierno, por lo demás- en que todo eso fuese proscrito como malo, sería rechazar los dones preciosos concedidos para la perfección moral de la humanidad.
“Por otro lado, Dios dio al hombre la posibilidad de expresar con gestos, ritos, formas protocolares, la alta noción que tiene de su propia nobleza, o de la sublimidad de las funciones de gobierno espiritual o temporal que a veces es llamada a ejercer. De ahí, que más allá del lujo, la pompa sea un elemento natural de la vida de un pueblo culto.
“Esos recursos decorativos fueron hechos para adornar la tradición, el poder legítimo, los valores sociales auténticos, y no para ser el privilegio de arribistas y de “nuevos ricos” que alardean su opulencia -para lo que nada los preparó- en boîtes, casinos u hoteles suntuosos. Y mucho menos para ser encerrados en los museos como incompatibles con la simplicidad funcional y la sesudez lúgubre de un ambiente más o menos proletarizado.
“Así entendidos, esos elementos decorativos tienen esencialmente una admirable función cultural, didáctica y práctica, de la mayor importancia para el bien común.
“Cuando la Familia Real se asoma así al balcón, ella simboliza la doctrina del origen divino del poder, la grandeza de su nación, el valor de la inteligencia, del gusto, de la cultura inglesa. Las multitudes aplauden. Del mundo entero vienen personas deseosas de contemplar esta manifestación de la grandeza de Inglaterra. Y, al terminar, todos se dispersan diciendo: “qué gran institución, qué gran cultura, qué gran país”.
“ ¡Ay del país en que —cualquiera que sea la forma de gobierno, repetimos— la opinión pública se deje descarriar por demagogos vulgares, endiosando la trivialidad y simpatizando sólo con lo que es banal, inexpresivo y común!”
Esperemos que, por ocasión de la próxima Parada Militar del 19 de septiembre, en la cual se hace gala de uno de los aspectos más nobles de nuestra nación que es la valoración de las Fuerzas Armadas en tiempos de paz, no se repitan estas escenas de banalización del poder público.
Para terminar, digamos que todo padre de familia debe ser en su casa el rey del hogar y toda madre la reina. Esta realeza, que no es meramente figurada sino verdadera en el sentido de que los hijos los ven como tales, los debe llevar a saber a transmitir un mensaje para ellos que no los decepcione en sus sueños ni los infantilice en su maduración.
Un verdadero desafío para los jóvenes padres y madres.
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