Distintas reacciones post plebiscito

Estimados radioyentes

¿Sabía Ud. que en el proceso de redacción de una nueva constitución se gastaron 17.000 millones de pesos en un texto que fue rechazado por el 62% del electorado nacional?

¿Ud. puede calcular cuántas casas, hospitales u obras públicas se hubiera podido hacer con todo ese dinero, indolentemente gastado por una convención que no escatimaba en viajes, arriendos de residencias y otras regalías, que siempre les parecieron pequeñas?

Mientras despilfarraban ese dinero, se dedicaban a construir el mundo de “Alicia en el país de las maravillas”, con cientos de derechos y ningún deber. Les concedían derechos a los animales, pero se los prohibían a los niños por nacer; le otorgaban reconocimiento y protección a las “cosmovisiones” indígenas y se las restringían a todas las demás.

Por todas esas razones y por mil más que no viene al caso de repetir, casi ocho millones de chilenos le dijeron un gran NO el domingo pasado.

Los festejos que vimos, no eran vengativos ni rencorosos. Al contrario, las familias salieron a la calle con la bandera nacional a manifestar un enorme alivio y una profunda alegría.

Alivio, por ver desvanecerse una inquietud que nos atormentaba, en la expectativa de ver descuartizar al país en once nacionalidades diferentes y opuestas; dividir a los chilenos, en indígenas privilegiados y simples trabajadores de a pie; detener el crecimiento y la producción, favoreciendo una economía de subsistencia. En una palabra, refundar a partir de cero. Lo que, en palabras más claras, quiere decir, retroceder 500 años de nuestra historia.

Alegría, por poder hacer flamear la bandera nacional, tan vilipendiada en estos últimos años, poder bailar en la calle un pie de cueca, sintiendo el orgullo de haber nacido en esta tierra y de poder dejar un legado a las próximas generaciones.

En fin, la alegría y el alivio de quien despierta de una pesadilla que parecía no terminar.

¿Y cuál fue la reacción de quienes dirigieron la campaña del Apruebo? ¿hicieron una autocrítica del proyecto presentado? ¿reconocieron su fracaso?

Nada de eso. Muy por el contrario, como lo han hecho sentir muchos comentaristas, según esos ideólogos del Apruebo, la culpa del resultado estuvo en que los votantes no “entendieron” el proyecto.

En palabras más simples. El 62% del electorado nacional fueron incapaces de entender las maravillas que se le proponían. El 73,69 % de los votantes de la Araucanía tampoco se dieron cuenta de que ellos pasarían a se independientes y felices. El 77% de los votantes de las 10 comunas más pobres de Chile, no supieron leer todos los derechos que el texto les ofrecía.

En una palabra, los chilenos, en su aplastante mayoría, somos ignorantes y tontos.

Pero no sólo eso. A pocas horas de anunciado el cambio de Ministerio por parte del Gobierno, una nutrida delegación de “estudiantes” desfilaron frente a la Moneda con carteles negros que anunciaban: “Ante un pueblo sin memoria, lucha y organización”. O sea, si el pueblo no quiere la constitución, mal para el pueblo. La impondremos por la violencia.

Exactamente lo opuesto de lo que vimos en las manifestaciones de los partidarios del Rechazo.

Por parte de los APRUEBO, violencia, intimidación y resentimiento. Por parte de los RECHAZO, deseos de unión, paz y prosperidad.

Tampoco al dictador de Venezuela le gustó el resultado:

“Al proceso chileno le cortaron las alas desde el viejo Congreso de Piñera, nunca en Chile se convocó un proceso originario, soberano, plenipotenciario. Le cortaron las alas temprano. Lo llenaron de limitaciones y al final convocaron a una convención constitucional”, apuntó.

“En Chile mediatizaron el poder constituyente originario que se despertó del estallido social contra el modelo neoliberal y Piñera en el año 2019, lo mediatizaron desde la primera jugada”, manifestó.

Finalmente, Maduro criticó que “faltó un liderazgo firme, claro, creíble, con apoyo popular, que se pusiera al frente del texto constitucional. Y al final quedó vigente la Constitución de la dictadura, qué dolor para los pueblos, qué dolor para los pueblos de América Latina y el Caribe, qué dolor para la memoria de los mártires, de los desaparecidos, de los torturados. Derrota del proyecto histórico, derrota de la fuerza popular constituyente del estallido social, porque la mediatizaron”.

En sentido opuesto a esta algarabía de las izquierdas de todo tipo y color, el Obispo de Melipilla, Monseñor Cristián Contreras hizo oír una declaración de sensatez y buen sentido.

El obispo aseguró que «en medio de un clima de polarización ideológica triunfó la vocación democrática del pueblo chileno. Los convencionales de la izquierda radical, muchos de ellos disfrazados de ‘independientes’, demostraron intolerancia, desacreditaron a los auténticos demócratas. Creyeron ser los refundadores de Chile, no respetando el himno nacional ni la bandera que nos une».

Además, Monseñor Contreras destacó que «desde el punto de vista sociológico es importante resaltar que en las 12 Regiones, y la metropolitana, hubo rechazo. (…). Creo que la votación fue un reclamo a un gobierno que no ha dado garantías de la seguridad pública, ante la delincuencia creciente, el narcotráfico, la situación de la salud pública, la inflación económica, los problemas de los ancianos y tantas situaciones sociales que reclaman respuestas urgentes».

El Obispo sin embargo, reconoció que hacía falta más formación cristiana en las familias y nuevas generaciones. En este sentido, señaló no estar «convencido que el rechazo sea por nuestras convicciones cristianas. Este es un desafío para nuestra Iglesia: la formación de los niños, de las familias y la pastoral de colegios».

Por último, el obispo de la diócesis de San José de Melipilla, declaró que «el rechazo al proyecto Constitucional, debe hacer que los católicos sigamos formando a nuestras comunidades en valores que no son negociables: defensa de la vida, la libertad religiosa, el derecho de los padres a educar a los hijos, la protección de la familia».

«Creo que esta votación -concluyó el Obispo- ha significado una derrota para la agenda ONU 2030, del globalismo: ideología de género, pérdida de identidad nacional, de la pertenencia a nuestras tradiciones cristianas. Pero debemos informar desde la razón y desde la fe a las comunidades eclesiales. Ese debe ser nuestro trabajo pastoral”.

En resumen, el resultado del plebiscito nos da una alegría para el presente y no pone un desafío para el futuro.

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