Consideraciones a respecto del stress.

Para referirnos a alguien que está muy contento en el ambiente en el cual vive o trabaja, decimos que “está como pez en el agua”.

Sin embargo, parece que hoy en el día los peces no están siempre contentos en el agua como ocurría en el pasado.

Sí, aunque a muchos puede sorprender, ahora hasta los peces pueden sufrir de stress.

Como uno de nuestros auditores nos pidió que comentáramos el problema del stress en este programa de Acción Familia, y como es un tema tan generalizado en la vida moderna, al punto de afectar hasta a los peces, nos pareció que valdría la pena dedicar estos breves minutos para conversar con Ud. al respecto.

Claro que aquí no trataremos del stress desde el punto de vista médico, sino que daremos algunas observaciones generales fruto de la mera observación de la realidad y del sentido común.
Comencemos por decir que detrás de la expresión “como un pez en el agua” hay un principio que es común a todos los seres vivos. Es la existencia de una serie de leyes y condiciones que les son propias a su orden interno. El respeto o la violación de esas leyes pueden facilitar o perjudicar su nacimiento y su desarrollo natural.
Dicho de modo más fácil, lo natural tiene sus exigencias, que deben ser cuidadas, pues ellas son un reflejo de las leyes que Dios puso en la creación y son la condición de la propia existencia de los seres vivos.

Así por ejemplo, si trasplantamos una especie vegetal tropical a una zona fría, probablemente ella no consiga adaptarse y se termine marchitando enteramente. Y esto porque existen en esa planta leyes propias para desarrollarse en el ambiente cálido característico de las zonas tropicales.

Lo que ocurre con una planta, ocurre también en el reino animal y, aún más, entre los hombres.

Cuando se trata de los seres humanos, ese principio de orden interno de todo ser vivo lo llamamos estabilidad o equilibrio, y consiste en la conjugación ordenada de todos los factores relativos a una persona, que le permiten crecer y desarrollarse de acuerdo a su naturaleza.

Ahora, en este “valle de lágrimas” es normal que a veces esos factores de estabilidad o equilibrio se vean amenazados por otros factores externos o internos. Puede ser una enfermedad, en este caso será un factor interno; puede ser también una circunstancia externa adversa, por ejemplo el impacto sonoro sostenido que impide el sueño y el descanso, o puede ser algo mucho más grave, como la ausencia de un ser querido, etc.

En todos estos casos, el orden interno de la persona entra en una situación de crisis o de tensión, que, si perdura, produce en ella lo que se ha convenido llamar “stress”.

Como Ud. puede ver, no hay quien pueda decir que no sufre de stress, pues no hay quien no esté siendo permanentemente amenazado en su equilibrio interno.

Visto el problema desde esta perspectiva, lo necesario es saber cómo se pueden enfrentar del mejor modo las circunstancias adversas que a todos, de modo casi permanente, nos toca vivir en los moldes de la vida moderna.

Todos están de acuerdo en que la vida moderna es muy estresante porque tiende a hacer las cosas cada vez más rápidas y para eso más tecnificadas y mecánicas. La comida debe ser en un fast food, recalentada en un microondas, y más absorbida que degustada; y esto de lunes a viernes; cuando no es de domingo a domingo.

Las comunicaciones que recibimos en la TV o en el I-pad, son inmediatas y globalizadas, de modo que nos enteramos a los 5 minutos del terremoto que ocurrió en Japón o de la matanza en un colegio de los Estados Unidos. Estos ritmos, repetidos una infinidad de veces, cansan y agotan, pues no son humanos, produciendo agitación y frenesí y a la larga cansancio y frustración.

Le recomendamos entonces, estimado radio-oyente que haga algunos “remansos”. Por ejemplo, ¿por qué no prepara un buen almuerzo los días domingos? Cómalo degustando los sabores que su señora preparó, converse con sus hijos y edúqueles el paladar, enseñándoles a degustar algo que no sea sólo y siempre una Coca-cola.

¿Por qué no apagar un poco la TV para darse el gusto de conversar sobre algo que sea entretenido para todos y donde cada uno pueda aportar de sí, para que sus hijos le pregunten lo que no saben y Ud. pueda responderles esforzándose para ser bien comprendido?

En fin, tome la vida con la lentitud de las grandes cosas, porque la vida es una gran cosa que debemos aprender a degustarla de modo ordenado… y para eso equilibrado.

Alguien podrá preguntar si, para alcanzar este modelo calmo y distanciado de enfrentar la vida, no conviene practicar el yoga, que favorecer una “actitud zen” de corte budista y pretende llegar finalmente al estado de “Nirvana”, en que el alma se vería alejada de todos los quereres de esta vida y llevaría una especie de vida aérea, sin ningún deseo.

¡No!; Dios no quiere nuestra despersonalización. Él nos creó a su imagen y semejanza, con una inteligencia, una voluntad y una sensibilidad únicas e irrepetibles (inclusive entre hermanos gemelos) para poder conocerlo, amarlo y servirlo individualmente en esta vida y gozar de Él de modo enteramente personal en el Cielo, donde encontraremos la plenitud de la felicidad individual en el goce del Bien infinito.

La perfección espiritual no consiste por lo tanto en la aniquilación de nuestra personalidad sino en su desarrollo auténtico, para lo cual, ya en esta tierra, cada uno debe ejercitar enteramente los talentos específicos que Dios le dio para realizar plenamente la vocación irrepetible a la que fue llamado.
Por lo tanto, la serenidad católica no tiene nada que ver con la despersonalización zen budista.

La verdadera calma es el estado de equilibrio o estabilidad propio de la virtud. Naturalmente que ese estado de equilibrio o estabilidad varía de persona a persona en sus líneas particulares, pero en sus líneas generales es común a todos los hombres.

Veamos cuáles son las características comunes del estado de equilibrio del ser humano.

Para comprender mejor cómo es que debe funcionar cada una de estos atributos con que Dios nos creó, ejemplifiquemos con algo que está al alcance de todos.

No hay quien no quiera poseer “algo” para sí. Este “algo” puede variar de persona a persona, y puede variar también de momento a momento. Pero siempre estamos queriendo “algo” que nos parece que, alcanzándolo, seremos felices.

Es aquí que entran a operar, en una persona equilibrada, los atributos de la inteligencia, de la voluntad y de la sensibilidad.

La primera, la inteligencia, nos dirá si ese “algo” que tanto queremos, está ordenado o no a nuestro fin y si nos será realmente de provecho. La segunda, la voluntad, atenderá a lo que resuelva la inteligencia, y nos moverá a determinarnos para alcanzar o para rechazar el deseo de ese “algo”. Y la sensibilidad, la menor de las cualidades, deberá ordenarse a la resolución de la inteligencia y de la voluntad.

Cuando una persona procede siempre así, decimos que es una persona equilibrada. Más aún, decimos que es un santo, porque para cualquier hombre proceder siempre así es imposible sin la ayuda de la gracia sobrenatural.

Por eso, por más distante que parezca, los médicos enseñan que las personas con Fe tienden más fácilmente a solucionar los problemas del stress, pues ellos tienen elementos de confianza que los ayudan a enfrentar con menos ansiedad y con más seguridad, los factores adversos a su equilibrio.

Sin embargo, para no quedar en un consejo que le pueda parecer muy difícil de alcanzar, como es el de la santidad, le volvemos a recomendar el consejo que ya le dimos, que es más fácil y que es un primer paso en el camino de la perfección. Consiste en hacer “remansos”, en favorecer la convivencia familiar y en tomar tiempo para conversar con sus hijos, en lugar de excitarse en vano con un film de terror en la televisión o con el último juego on line.

Volveremos sobre el tema en otro programa de esta misma SU emisora, ¡gracias por su atención! Y si quiere volver a escuchar el programa lo puede hacer en wwwcredochile.com

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