La increíble pretensión de registrar al satanismo como religión reconocida por el Estado de Chile, representa un paso más en el camino de la adoración del demonio.
Antes él se escondía para dar la impresión que no existía. Hoy él se muestra impunemente, no asusta y hay, no pocos, que le rinden culto.
Señal de los tiempos que vivimos.