Las autoridades gubernamentales parecen caminar con una venda en los ojos. Ella no sólo les impide ver el camino sino también sentir lo que “la gente” quiere. Así, el País parece como un buque sin capitán, a la deriva de los vientos y de la improvisación.
Para disimular esa ceguera, se otorgan bonos como aspirinas para un enfermo grave, en medio del derrumbe del valor de la moneda nacional.