Balance de la peregrinación a Lo Vásquez: más de un millón de personas
Estimado radioyente:
Los medios informativos dieron cuenta de que después de dos años sin poder asistir a la peregrinación al Santuario de lo Vázquez, nuevamente se dieron cita más de un millón de fieles a los pies de su imagen.
El número de peregrinos no sólo no disminuyó en relación a años anteriores, sino que aumentó en ese y en todos los lugares donde se venera tradicionalmente a la Purísima Concepción.
Más de 30.000 personas subieron el cerro San Cristóbal para llegar a los pies de la Imagen que protege con su presencia la capital del País.
Así, las peregrinaciones se multiplicaron a lo largo de todo el territorio nacional.
Desde los más alejados santuarios del norte como el de Livircar y de la Virgen de las Peñas, o en las ciudades nortinas de Iquique, Antofagasta, Copiapó y la Serena; o en las alturas de Andacollo, o en centro del país, en la Fiesta de la Inmaculada en Coinco, en la Provincia del Cachapoal, o la Virgen de Chapi en las celebraciones de Peumo, o la Purísima de Puquillay en Nancagua, Colchagua, o la Fiesta de la Purísima de la Compañía en Graneros; o en el Sur, en la de Galvarino, en la Región de la Araucanía, o la Inmaculada de Purén en Malleco, o la Purísima de Calen en Dalcahue, en Chiloé, o la Purísima de Río Bueno en Ranco, o la Procesión de la Inmaculada en Valdivia, hasta llegar a Tierra del Fuego donde, uno de los primeros misioneros -fray Mateo Matulski- en 1876 procedió a bendecir un mascarón de proa rescatado de un naufragio al que la pequeña comunidad cristiana de la naciente ciudad de Punta Arenas y la llamó “Virgen de la Tierra del Fuego”. En todos esos lugares volvió a relucir uno de los trazos más nobles de la piedad popular: su devoción a la Madre de Dios.
El hecho no deja de presentar algunas preguntas que nos permite conocer mejor el alma nacional y, en consecuencia, nuestra propia alma.
La primera pregunta que surge es ¿cómo -después de tantos años de campaña sistemática contra todo lo que sea piedad, religión, devoción, pureza, etc.- más de un millón de fieles, en una de las manifestaciones más multitudinarias, se congrega nuevamente a los pies de la imagen de la Virgen, y esa actitud reverente se repite a lo largo de todo el País?
¿Quiere decir que quienes allí estaban no oyeron todo lo que en estos dos y más años fue dicho, escrito y proclamado a los cuatro vientos contra la religión en nuestro suelo?
¿O que, a pesar de haber oído, ellos son tan cerrados en sus convicciones que no hicieron caso a esos ataques?
Ninguna de las dos cuestiones presentadas es verdadera.
Es absurdo pensar que tanta gente esté desinformada en el día de hoy, cuando todo se comunica a la velocidad del rayo. Y es absurdo también pensar que tanta gente camine decenas de kilómetros bajo el sol y sufriendo el calor, solo por el mero recuerdo de un pasado que hoy ya no tiene vida.
Lo que movilizó a millones de familias este pasado 8 de diciembre fue la constatación de dos sentimientos que están en el fondo de las almas de nuestra población y que constituyen uno de los pilares que sostienen la Fe de una nación.
El primero es precisamente la constatación de la profunda crisis moral que afecta a todas las instituciones, comenzando por la propia familia de los que allí estaban presentes.
Nadie de ellos ignoraba nada de lo noticiado, todos ellos, lejos de ignorar, sienten esa crisis en la propia piel, en su propia existencia, y saben que ella es tan grave y profunda que no tiene ninguna solución humana.
De ahí, la surge naturalmente la segunda sensación, fruto de la virtud de la Fe. Si no hay una solución natural, entonces debemos recurrir a la ayuda sobrenatural y a quien siempre nos ha dispensado una especial bondad, la Madre de Dios, bajo todas las advocaciones que marcan nuestra geografía y dan nombre a tantas chilenas: La Inmaculada Concepción (8 de diciembre) …, La Virgen de Andacollo (23 y 27 de diciembre)– Santa María, Madre de Dios (1 de enero) … – Presentación del Señor y Purificación de María (2 de febrero) …, – La Virgen de Lourdes (11 de febrero) …, – La Anunciación de María (25 de marzo); la Asunción (15 de agosto) y tantas otras advocaciones con las cuales veneramos a la misma Madre de Dios.
Otro aspecto destacable de esta conmemoración que reunió a tanta gente es la total ausencia de disturbios, violencia o delincuencia como suele ocurrir en toda aglomeración de personas, por más noble y santo que sea el motivo.
De ello da cuenta el informe de Carabineros que también hizo un positivo balance del día, reportando algunas detenciones, principalmente por fiscalizaciones al comercio ambulante.
Más detalles los entregó el capitán Sthephan Stewart, comisario de servicio en el lugar, quien explicó que se han cursado más de 150 infracciones al comercio ambulante, y recordó que está prohibido, por decreto municipal, acampar por la carretera y sus alrededores.
Es decir, los únicos que violaron la ley fueron los comerciantes ambulantes que normalmente se dan cita en los lugares de mucha afluencia de personas y que ignoran las disposiciones municipales respecto al comercio.
Llama la atención que no se repare en la tranquilidad, en la seguridad y en el ambiente general de respeto por los viene propios y ajenos que reina en esta procesión.
Si fuera una manifestación de las que ya estamos acostumbrados a presenciar, de protesta, por más que ella se calificase de “pacífica” exigiría la convocatoria de miles de carabineros, que serían incapaces de mantener el orden.
Estos dos aspectos nos hacen pensar en un Chile desconocido y poco aparente.
En primer lugar, el de las familias que conservan la Fe y las raíces cristianas que nos hicieron una nación unida y grande, a pesar de todos los vientos contrarios.
En segundo lugar, el de la paz que se vive en esas manifestaciones. El principio “la obra de la justicia es la paz”, se comprueba enteramente en esta ocasión. Es justo venerar a la Madre de Dios, y esa veneración no genera caos ni desorden, por el contrario, paz en las almas que ahí concurren y tranquilidad en la vida de la nación, incluso de aquellos que no creen en la intercesión de la Madre de Dios.
Para concluir nuestras consideraciones, es necesario decir que tales sentimientos no son meras emociones pasajeras, fruto de alguna necesidad de salud o económica pasajera, sino de profundas verdades de Fe católica.
Si no tuviésemos una Madre en el cielo, o si esa Madre no fuera tan limpia desde el primer instante de su ser natural, nunca tendríamos la confianza de poder recurrir a una intercesora tan digna y al mismo tiempo tan cercana como es la Madre de Dios y al mismo tiempo nuestra propia Madre.
Un gran Santo mariano, San Luis Grignion de Montfort nos explica muy bien esta doble maternidad de María. Nuestro Señor Jesucristo, explica él, es la cabeza del Cuerpo Místico que es la Iglesia. Ahora, quien genera la cabeza, lógicamente genera también los demás miembros de ese cuerpo, que somos todos los bautizados. Luego Ella que es la Madre de Jesús, cabeza de la Iglesia, es por eso mismo, la Madre de los miembros de ese cuerpo, que somos todos nosotros.
Los fieles, muchas veces sin conocer las razones teológicas por las cuales Ella es nuestra Madre, sentimos una innata seguridad estando cerca de alguna de sus Imágenes. Es por esta razón que tantas familias se dieron cita este pasado 8 de diciembre a los pies de la Inmaculada Concepción.
Estas consideraciones son especialmente oportunas en este momento en que nuestra Patria sufre la embestida de un aparato destructor que no para en su afán de demolerlo todo, comenzando por los templos católicos donde se elevaron las plegarias de nuestros abuelos y las nuestras, y que esperamos, también puedan oír las de nuestros hijos y nietos.
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