¿Aborto integral?

Estimado radioyente:

El País se sorprendió con el anuncio del Presidente Boric, en el marco de las marchas feministas, declarando que Chile debe tener un “aborto integral”.

La expresión no es la propia para hablar del aborto. Probablemente quiso decir un aborto general, gratuito y sin plazos de gestación.

A mayor abundamiento, el Presidente agregó: “En Chile todavía no tenemos una ley de aborto como corresponde, porque hay una oposición por parte de los sectores conservadores y en particular de la derecha tremendamente radical”.

De acuerdo a los presupuestos de Boric, el aborto se debería permitir sin limitaciones pues sería una condición de igualdad.

“Siempre a lo largo de la historia hay quienes se resisten a la igualdad, pero no me cabe la menor duda que vamos a seguir avanzando en esa dirección y que en esa dirección no vamos a retroceder”, afirmó.

Por parte de los grupos feministas, la vocera de la Red Chilena, Priscila González, enumeró las demandas que, cree, aún se necesita resolver con urgencia en favor de ellas: “Implementar un sistema nacional de cuidados, la suspensión de la violencia gineco-obstétrica, las demandas por una educación sexual integral y el aborto libre son solamente algunas de las que te podría nombrar”, dijo.

Resumiendo, los argumentos para la liberalización total del aborto consistirían en dos principales: uno el de la igualdad, otro el de la eliminación de la violencia.

Quienes así argumentan ignoran completamente que en este debate existe una tercera persona que se debe tomar en consideración al hablar de aborto y que es el niño en gestación.

Si se pretende establecer más igualdad, lo lógico sería que ella comenzara desde el momento de la concepción. Es decir, que todo ser humano tenga iguales derechos de nacer y crecer, independiente de cualquier condición, origen, raza, etc.

Hablar de igualdad y establecer el derecho de matar a unos seres vivos, por el sólo hecho de que son indefensos y silenciosos en el vientre de la madre, es la más odiosa de las desigualdades, porque ella es espantosamente injusta.

En efecto, la justicia manda dar a cada uno lo que se merece. Ahora, un niño en gestación no puede merecer la pena de muerte porque no ha cometido ningún delito, no ha hecho mal a nadie y no ha sido él quien decidió su concepción.

Al contrario, lo que merece un niño que está en el vientre de la madre es protección.

En primer lugar, protección por parte de la madre, en segundo lugar, por parte de la familia y de la sociedad y por último, por parte del Estado, pues ese ser en gestación será un ciudadano, que prestará un rol único e irrepetible al servicio de la sociedad.

Por otra parte, también constituye una injustica quitar lo que no le pertenece. Los padres son los progenitores del hijo, pero la vida humana de ese ser le pertenece sólo a Dios, que es el Autor de ella.

Nada de esto es puesto en consideración por los promotores del aborto. Para ellos, lo que se gesta en el vientre de la madre no pasa de un conjunto de células que pueden ser eliminadas como si se tratara de un tumor o de una verruga.

No nos vamos a detener en el argumento del aborto como eliminación de la violencia contra las mujeres. El aborto es una de las acciones más violentas que se puedan practicar contra un ser humano.

Digamos al respecto solamente lo que dice la página de la asociación abortista “plan parentohood”, representada en Chile por Aprofa: “El más común de los tipos de aborto en clínica es el aborto por aspiración (también conocido como legrado por aspiración). En este se usa una aspiración suave para vaciar el útero. Este procedimiento suele usarse entre las 14 y 16 semanas después de tu último periodo. El otro tipo de aborto en clínica es el aborto por dilatación y evacuación (D&E). En este se utilizan herramientas médicas y de aspiración para vaciar el útero. Puedes realizarte este tipo de aborto en embarazos más avanzados, generalmente si pasaron 16 semanas o más desde tu última regla”.

Esa “suave aspiración”, significa lo mismo que Ud. como duela de casa hace todas las mañanas con el polvo de su casa: lo aspira. O sea, el niño es gestación es considerado una “basura” y destruido tal como se hace con ella. Y más de la mitad de esos seres en gestación son mujeres.

¿Cómo se puede entonces promover el aborto y al mismo tiempo exigir la eliminación de la violencia contra las mujeres?

Todos estos argumentos ya fueron esgrimidos por ginecólogos, matronas y especialistas médicos por ocasión de la ley de aborto que terminó siendo aprobada.

Ellos no consiguieron revertir una decisión ideológica ya tomada, independientemente de argumentos científicos, morales, sociales o de cualquier otra índole.

Esa ley, promulgada en Chile el 17 de septiembre de 2017, ha causado la muerte de 3.609 niños en gestación desde enero de 2018 hasta septiembre del 2023. Lo que hoy se pretende es que ese número de niños muertos sea incontablemente superior.

Lo anterior demuestra claramente que no se trata de un debate entre “conservadores” y “progresistas”, como se quiere hacer creer, siendo que los defensores de la vida serían los primeros y los abortistas los segundos.

En verdad, la práctica del aborto acompaña la humanidad desde sus inicios. Es tan antiguo cuanto el hombre, porque es fruto del egoísmo que no quiere sino pensar en sí mismo y por ello desconoce los derechos sagrados de la vida del que está por nacer.

Lo está en el centro de este debate es una concepción de la vida.

Para unos, ella es un don de Dios, sagrado, único, irrepetible, destinada a la vida eterna y a gozar de la visión beatífica del Creador.

Para los otros, la vida no es sino un devenir, sin sentido trascendente, que se trata de aprovechar al máximo en el corto tiempo que puede ser disfrutada. Quienes así piensan consideran que ella no tiene un fin eterno, sino que termina definitivamente como el resto de los seres vivos de los reinos vegetales o minerales.

Para los primeros, todavía resuenan las advertencias formuladas por SS Juan Pablo II por ocasión de su vista a Chile hace exactamente 37 años atrás.

La repetimos para aquellos chilenos que aún no nacían o estaban muy pequeños para recordarla.

¿Qué diría el Santo Padre, que hubiese visto que sólo años después, aquello que él con tanta fuerza y vigor condenaba y cuyas palabras eran tan calurosamente recibidas por los católicos de entonces si hubiera sabido de esta propuesta de aborto “integral”, por parte del Presidente y de activos grupos feministas?

Lo que parece claro es que el derecho de nacer de los niños concebidos dependerá del calor con que, quienes tenemos la responsabilidad de defender esos derechos, defendamos el derecho de nacer.

Dependerá, en primer lugar, de quienes tienen como misión divina ser la “luz del mundo y la sal de la tierra”

En una palabra, dependerá de Ud. que nos oye y de mí que le hablo.

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